Un proverbio checho define la dulce ociosidad mediante una metáfora: contemplar las ventanas de Dios. Los que contemplan las ventanas de Dios no se aburren; son felices.
—Milán Kundera, La lentitud.
¿Qué ocurre detrás de la ventana? El paisaje se desdobla con letargo, la intuición del instante se desploma ante la provocación de cualquier espacio abierto. Habría que repasar los cruces de atmósferas, la mirada como un telescopio en órbita para atrapar figuras siderales. Las personas acontecen, saben hacia dónde se dirigen. En esta temporada de calor es donde nacen nuevos seres: los pajaritos y tortugas salen rostizados de sus huevos, también las cucarachas inundan la ciudad. El otro día salió una por mi cuarto de esas tabasqueñas que hasta dicen groserías y cuentan chistes picarones; ella debió cruzar a través de todas las tuberías para llegar a mi baño. Casi no uso mi propio baño pero estoy seguro que esa tabasqueña debió cruzar por una enorme cantidad de caquita primaveral. Ya casi llega el verano, faltan poquitos días. Pienso que la tabasqueña es una heroína, cruzó las alcantarillas aún con este calor encima, con su viaje debió quedar toda pantanosa y eso expresa nuestra realidad. Desde aquí veo a la gente, algunos me notan y se incomodan porque soy un mirón desde una ventana, un chismosito con mucho tiempo de sobra. Hace varias semanas me encontré con Fabrizio, me dió algunas clases de crítica literaria hace años y ese día me regaló libros de su catálogo. Me confesó su poca esperanza por la escritura contemporánea; ya no encuentra a esos escribas que desde su posición más incierta pueden encontrar significados: las nuevas generaciones se olvidan que se puede escribir mirando desde una ventana. Le respondí que sí, suceden cosas a diario si se observa pues siempre aparece alguien con un cuchillo para descontarse a su vecino. Él me observa con cautela, me lleva unos veinte años y el tiple en lecturas, resguarda su decepción y continúa hablando de la desconfianza que le provocan las nuevas generaciones al estar cautivos de lo inesperado como recurso literario o al escribir sobre crímenes, drogas y sexo. Las lejanías se mueven. Quizá por eso estoy en la ventana viendo las banquetas y los parabrisas arder bajo el sol. Los enclaves de mi calle se abren distintos, su atmósfera cambia durante las noches. Los gatitos se pelean, caravanas de autos pasan y los vendedores de paletas están ausentes. Es cierto que lo literario está en nuestras ventanas; también siento cierto estupor con las actuales narrativas con su miradita primaveral mediada desde una bequita o un artificio aprendido. ¿La escritura es la seducción de la irrelevancia? Junio está caliente y pienso que la tabasqueña podría escribir con honestidad en su diario: lo he logrado y no ha pasado nada. El planeta llegó a un punto irreversible desde el año 2013. Queda aprender a ser pantanoso, aprender el arte de la fragmosis para cubrir con nuestros cuerpos los huecos donde podría eclosionar un portal para los cuatro jinetes del apocalipsis. Subiré la música cuando escuche la primera de las trompetas mientras dejo la ventana abierta para que el humo escape.
Junio de 2023.