Los prólogos son estampidas incrustándose en el iris. Clanes de hormigas nómadas que carcomen, a medias, áreas de broca. Son ensamblajes de la reflexión, matrioskas larvarias, mitocondrias disecadas, herbicidas para las neuronas. Exclusas a medio abrir, rieles incompletos en la dentadura, agrupación de aves carroñeras en torno al logos; cuartos oscuros con fotografías que revelan, solamente, destellos. A veces borrones. Escorzos en cuadros que no tienen puntos de fuga quistes localizados en algunas Obras reunidas, oleajes cruzados de púas que rompen contra el lector. c
Doy techo a códigos de barras horizontales o verticales; a frascos con malacodermos en escabeche para tratar la zoofobia. Los arácnidos no piden mucho: sólo incubar en cajas de cereal donde las sorpresas son prismas con muescas. Una vez abierta la demencia senil, manténgase remojada en líquido cefalorraquídeo. La obturación que ofrezco es única nada permanece en su lugar todo es cambiante bajo mis dominios. e
En este espacio olvidado, la intensidad de los ventarrones determina el movimiento de mis diminutos pelambres. A veces, una luz visita este rincón asediado sólo por moscas y mosquitos. Un estornudo es vuelo bacteriano pretexto para nuevas adquisiciones. Aquí los ronquidos son alarma sísmica y, en todo escombro, hasta los más nimios mendrugos son parte de mi masa liviana. Soy un garabato que se traslada en un piso de madera tachado por la vacuidad. A lo lejos, un alfiler se asoma como una pista de aterrizaje. o
Si el lenguaje no puede manifestarse desde la cosa entonces no pensemos que el vaso de plástico, tirado en el piso, siente la apertura el peso; no de los días, sino del mocasín. Por educación habría que ayudarlo a llegar a la basura; su condición parapléjica es evidente, pero sólo queremos divertirnos. Muy acertado de su parte, señor Walter Benjamin, el lenguaje de las cosas sí, es imperfecto. d
Tras deslizar las yemas por su esencia circular, los dedos lanzan una esfera metálica, brevemente, al aire y, desde las alturas, su masa lustrosa afronta residir sobre un mundo habitado por superficies planas, mientras desciende, el cuerpo fulgurante medita en torno a su peso gravitacional. Espera, determinado, un choque ruidoso, una debacle redonda. w
El objeto dirigiéndose a un punto. Colisiones de diferentes fuerzas: artrópodo adherido a una telaraña que, atenderá resignado unos quelíceros puntiagudos. La flama acercándose, de manera discreta, a un hilo de gasolina: polvo que cae sobre un parche de tambor; cortos trayectos en dirección hacia variados efectos instantáneos, sonoros o insonoros. c
Primera secuencia. Escena: 1. Interior: Hospital veterinario. Tres segundos en negro. Fundido a blanco. Un búho regurgita una egagrópil. e
Segunda secuencia. Escena. 2. Exterior: Día. Un dragón de komodo con correa y bozal, acompañado de un actor con sotana, entra y sale, repetidamente por una puerta giratoria. La cámara enfoca la cabeza de la criatura. La criatura voltea hacia la cámara. Cuando los espectadores se encuentren con los ojos del réptil, sólo recordarán hasta sus últimos días de vida al búho que regurgita una egagrópila en el preciso momento en el que un dragón de komodo con correa y bozal, acompañado de un actor con sotana, entra y sale, repetidamente, por una puerta giratoria. o
El ave extirpa un reagrupamiento de carroña. El bozal esconde lo bífido. El lente enfoca espacios cutáneos en fractura sobre un cráneo de constitución plana. Cuando la óptica encuentra su reflejo, ésta viaja al conocimiento de una misa imagen. d
Surgen praderas de egagrópilas dentro de lo traqueal del ave sinsalve, de lo corroído sin lo estrepitosamente roído, en lo continuo encalla Ouroboros, raspante, al rozar el cutis pastoril y de trayectoria actoral que dirige, con ayuda de cableado, el sentido bestial. Auguramos repetición de sucesos cuando reaseguramos la contemplación continua de un mismo recuerdo. w
Ouroboros es una bestia que se muerde la cola. Ouroboros significa repetición. c
Para A.O.
El enajenamiento es un arpón oxidado que se incrusta en la neurona. Vi a las pirañas armar una pelea en la tina donde tenía los pies sumergidos, pero no dejé que amputaran mi grasa: me las comí con galletas saladas y, por supuesto, no dejé propina. e
Mi lengua participa en debates de poca duración; se traba, se adhiere al paladar, ahí se queda en el techo. Es una esponja seca que limpia escafandras colgadas de las ramas, hasta que el fluir del agua la hace volver al principio de la plática. o
Aguijón en ventrículo derecho, compresa caliente traspasada por picahielos. Perforación acuosa gracias al tapete batoideo. Su aleta dorsal tiene escrita la palabra: elegía. d
El sector parietal es una bóveda en blanco donde el vértigo invade a cualquier mosca que se posiciona sobre su superficie cuarteada; la parte frontal, una muralla un soporte para binoculares con córneas; por debajo está el hueso occipital donde se atornilla la columna, donde se conecta la escafandra de jaspe, donde un hueso esfenoides, mariposa impar, crea un nido larvario con curvatura porosa; en el hueso temporal, los sonidos retumban dentro de las cócleas hechas de piedra caliza; lo cigomático revela la postura arqueada del calcio, una cresta que, al ser escalada, dirige a las ojeras de cerámica a una escama tensada en insomnio; el hueso nasal indica filtración de partículas, resequedad infinita y celdas abiertas, su afilamiento puede desgarrar guantes de látex; en el lacrimal, las láminas óseas derraman llanto melancólico o bufonesco y el hueso palatino funciona como un imán de obleas. w
Una gota resbala por un barandal. Se esparce lentamente por la carretera de zinc, deja rastro de pureza, deja un eco líquido que a su paso succiona otros hidrógenos. Al concluir su acto temerario, aquel ejercicio de paciencia, la nimiedad habrá estallado como un kamikaze acuoso sobre cualquier mollera, sobre terrenos foliculares donde algunas liendres perderán, tras la inundación, sus condominios. c
Estrujo aéreo del cadalso, glotis sujetada al alambre, retina cabizbaja que observa lumbares apuñaladas y una necrótica, como túnel vehicular, donde nadie transita. e
No estudiar el lugar de los hechos, sino el tipo de respiración al momento en el que un diábolo —microscópico mangual proyectado hacia el rostro— acierta directo al cuello y cómo su apresurado rasgueo forma un cráter. o
Farmacia aérea con revistas. En sus portadas hay modelos súper golpeadas por la fama del desnudo. Pido metilfenidato, su presentación viene en aureolas, también unas turbinas fluorescentes que succionen reumas. La mitocondria debe ser tallada con lijaindustrial; la desolación no es gas permeable, sólo trituradora genética y el proceso curativo no requiere de nubes atrapadas en ventiladores ni de musgo empaquetado. d
Cetáceo extraído de la coraza, embrión que se tambalea, rojizo, en sales. Un marino lo aplasta mientras Gérard de Nerval compra una correa para su primera mascota. w
Frente a la retina, el tajamiento es occipital: lo bermejo se desborda junto con la demencia en forma de piedra. La sinrazón en los aparatos quirúrgicos trincha supuestas cuitas. Detrás de los actores el paisaje es brumoso, se asoman construcciones enladrilladas. Al lado del lienzo un letrero con imperativos, con otras formas de tasajear la voluntad: “No tomar fotos con flash. No mascar bisturís sin servilletas”. c
Después de la inclinación momentánea del pupitre, del balanceo provocado por el movimiento de los pies, el armazón cilíndrico del grafito resbala sobre la paleta; sobre una superficie sin trincheras donde el cuerpo pueda encallar. Un movimiento rápido de la mano acude a su rescate pero, se acabaron los tiempos de heroísmos y el grafito impacta, su punta se fragmenta en cámara rápida causa sinuosidades pasajeras ecografías imposibles de detectar bajo el techo laminado del aula. Frente al artefacto amarillo sincresta, sin agudeza, tatuado con el número dos, una repisa contiene el Atlas Ocular, paciente, ciego en sus páginas sin ácidos. Por mi parte, nunca entenderé esa física escondida detrás de todo objeto que decide precipitarse hacia las fuerzas de gravedad: me reprueban, no habrá diploma. e
Quipu cosido al surco de la tráquea: cicatriz cabizbaja en un cuerpo sofocado que, como una aguja con queloide trenzada al hilo y en puntiagudo oscilar, ya no agujerea. De las siguientes opciones, ¿cuál es el título que considera apto para este texto?
o
Ocho mil sillas plegables se congregaron para exigir la renuncia de varios sillones ubicados en distintas oficinas de la ciudad. Debido a la tala inmoderada de árboles y a la construcción de un segundo piso, tres colibríes llevaron a cabo una huelga de hambre: abstención de néctar por tres meses. Un maniquí, cuerpo parapléjico de nacimiento, en protesta por la contratación de una Barbie gigante como nuevo modelo de aparador, se aventó desde un octavo piso con todo y su silla de ruedas. Para exigir la reconstrucción de su madriguera destruida por albañiles, unas tarántulas decidieron inmolarse frente a unas oficinas gubernamentales. Con el fin de solicitar la detención de millones de plumeros, quinientas aspiradoras se reunieron en Central Park, formando una gran capa de polvo. d
Aquellas sillas son puro metal oxidado en el basurero. Los colibríes cayeron por falta de pulso cardiaco restos del parapléjico fueron cremados las aspiradoras destrozadas a palos. Y los cuerpos humeantes de los arácnidos sólo provocaron un olor extraño para los transeúntes. w
Áyax se precipita hacia el punzar: mezcla poro con latón, afila su vientre con el acero, abre compuertas epidérmicas, se incrusta en lo limítrofe del filo. A sus pies yace Cólera bajo la forma de equina cabeza cercenada: sin bellas crines y, sobre su lengua distendida, un ejército de moscardones contempla entre zumbidos panegíricos, previo a la fumigación de su ciudad larvaria, el alba necrótica del paladar. c
La luz muestra flexiones contrarias: grietas que se ensanchan en el carbón blanco, unas rótulas desgajadas convertidas en filosas piedras, dislocaciones de los bordes porosos donde antes unas basas de marfil soportaban los huesos femorales, columnas de alabastro que ya no son vivo edificio obrado del artífice del cielo. e
La cartera es una alfombra que puede ser desplegada en cualquier parte; portal hacia un abismo palpable, sin fondos económicos ni astrales, prisión de otra prisión: el pantalón. Perfecta lámina de cuero para guardar platerías: de plata la tarjeta de crédito, de plata los boletos del metro, de plata los recibos para un contador que, con su traje todo de plata, deducirá impuestos. o
Salí de una placenta eléctrica, me inventaron transparente, sin cicatrices y con un vacío, simple vidrio soplado por Edison. Mi posicionamiento en esta sala de lectura me ha vuelto un dador de luz antipático a la rima: contracción del lenguaje que disimula decencia. Hay escupitajos de mosca trabados en mis filamentos de wolframio, también tengo excremento de ácaro en el casquillo metálico. Mientras permanezca inerme, sólo me queda esperar la extinción lumínica. d
Resuello hipertrófico e impalpable que magulla tímpanos. Navegante en pleamares de helio cuya marca sonora volatiliza nuestra audición; dispersa moléculas onomatopéyicas embauladas en trombas instantáneas. Pero no hay taludes fuertes en la hinchazón ondulatoria proveniente de la redoma flexible —aerostato diminuto, nacarado, anteriormente sujeto a la pared— durante el estampido globular: distracciones breves, espanto momentáneo y unas probóscides hambrientas alejándose rápidamente del betún calórico. w
Periodontal, infecciosa, de la raíz nacido esmalte; debajo de la encía un premolar se ha convertido en arrecife. El taladro destruye tundras, microbios vestidos de sarro. Entonces, un metal se mezcla en lo vibrante, se une a la úvula y el poema estalla en fonemas dentales y el poema está ya en obituarios. c
Recogida por el trazo del pavimento —copia metálica del espectro, monumento a las venas y quiasmas artificiales tallados por la lima— telón de acero que rebana un vientre oxidado, un contorno hueco, la mímica paralizada de un saludo incompleto. e
Urna marrón donde ni la tinta de mármol sana lo reseco. Cráneo: palabraagrietada, empleada para escribir muerto, en lugar de “hallazgo”. o
Mutilación esclerótica, daguerrotipo invadido por humo, avistamiento amargo del signo desde una zanja carnosa pegada al rostro donde antes: iris con vidrio, clausura parcial del sentido, ganzúa flamígera tendida en el recuerdo negro, lagañas que exponen derretimiento punzante, muestrario de retinas quirúrgicas hilvanadas con pestañas, y el pelotón del glaucoma que asiste al gesto incompleto de un ladrido. d
A través del monitor se observa una ameba con zancos que evade úlceras, el intestino grueso es ahora falansterio dañado, la leche de magnesia genera arroyos y las solitarias se sumergen con cautela; un megáfono anuncia la digestión del colonoscopio, los coágulos deciden hospedarse en el duodeno, hotel sin cinco estrellas cercano al páncreas, glándula de atracciones donde algunas células se esconden para drogarse con insulina. w
La pastilla de jabón es un submarino nuclear anegado en aguas enemigas. En el esquivar cauteloso de juguetes, minas de contacto boyante, su misión se retrasa: bombardear con torpedos-lípidos distintas capas de mugre; en la parte abisopelágica de la tina un grupo de estómidos custodian al tapón de hule con cadena que funge como ancla que impide la formación de torbellinos. Una palmada desata marejadas, naufragio de cabellos, y las natas aromáticas de la espuma se asimilan a manglares blancuzcos desvaneciéndose lentamente a través del desagüe. c
Los drones sobrevuelan un atlas, el chip se enraíza con la maleza; un zoom al tornillo, a la banda transportadora de maniquíes que no están en desorden, tan sólo posan su blancura. Más adelante el zumbar robótico del colibrí y, en la época del descubrirse, aparece un plasma con noticieros: en Oriente, los turbantes con Kalashnikov han disparado un misil que roza pómulos infantiles, que ocasiona radiaciones vertebrales. En Occidente, los segundos pisos se construyen sobre el lomo de tarjetas madre; las caras cableadas se atiborran en plazas: viajero, usted ha llegado a la región más transparente. —Rasca CienHuevos e
Férrea, enguantada en blanco, la mano izquierda, junto con el escalpelo —nubarrón afilado de acero inoxidable—, dan comienzo a una coreografía rectilínea sobre aquella presencia supina e inerme: la abertura deja al descubierto mangueras entrecruzadas, incapaces ya de generar ondas peristálticas. La luz del led, como una ráfaga estéril, penetra un campamento linfático; queda expuesta, también, una fauna de microorganismos ahogándose en la resequedad bermeja. Un olor a éter etílico se estampa en el tapabocas: muro de contención textil, aduana para bacterias. ¡Y bien!, aquí estás ya… dentro del frío quirúrgico, en el laboratorio soberano donde una cámara frigorífica resguardará tus partes más ilustres para propósitos de estudio, donde básculas antiguas serán sus mecedoras sin las molestas agitaciones del ánima. o
Mediante los poros, Francis Bacon excreta un matadero; una sotana purpúrea flotante en óleo negro desgarra texturas, añade paroxismo a la exposición del torso vacuno dividido —paralelo al de Rembrandt— donde la abertura rojiza emana miasma de solvente biliar; suspendido a su putrefacción, el trazo guillotina contornos, tiñe a Inocencio X de amputaciones cuya grisácea fisionomía con meatos oculares, en ornamentación cúbica, desuella dendritas, estupefactas ante la apenas perceptible fuerza gutural incrustada, en el revés sombrío del lienzo, mientras el grito desfigurado mantiene nuestras faringes enmarcadas. d
Guarecidos del hierro que a sus clavículas se dirigía, exentos ya de una perforación al tuétano por el tétanos —las cimeras de sus cascos abolladas por cíclopes que arrojaban piedras desde las alturas—, los guerreros tratan de recordar estelas sanguíneas. En la piedra clavan otros mapas hechos de cuero cabelludo y no de peluquines empolvados; desean tomar a los pies de un Sófocles que los ciegue, que los obligue a retazar rebaños, verter un color innombrable por cuestiones de gastamiento estético. Pero, la imagen de una escolopendra vuelta soga para ahorcar armaduras sí es posible, sólo es necesario inflamar su tejido, sólo espere a Godot para intentarlo. Mientras, sirvámonos de la tragedia como recurso poético, al fin de cuentas no hay quién nos detenga, henos aquí, palpables desde la retina, orgullosos por alucinaciones que percibimos tan sólo por el deseo de una diosa cuyo alzhéimer llegó en forma de espejo cubierto por una manta negra. w
La corona en un montículo florece sobre las fístulas. En plena parálisis de falange, el alpinista disuelve su escalar, fecunda, perpetuo, su nervio derecho, su tendón apunta fino hacia la cumbre y el coleóptero postrado en su hombro mana un recuento de perlas que no son dientes con careta. Supone que el trazo estilográfico no es sublime ni siquiera esencial para una placa con su nombre; prefiere salitre de alcoba, el reflujo de un caparazón con inflación calcárea, el clima frío del estetoscopio que todo lo mide a pulso, la incrustación de altura en su mollera o un pestañear instantáneo que todo lo carbonice. c
Nos empalamos en un cuerno-cetro, nos sentamos en primera fila, delante de un planisferio, en ambiente cítrico, de humor ácido, el pulgar redime nuestras culpas, ¿te gusta? Me gusta el cañón sobre un desfiladero de chatarra, dispara una mantícora, su cabeza y cola de escorpión lanzan otro veneno, menos recio, menos amarillo, pero igual de nocivo, provoca fallas en la tiroides, por eso las lápidas engordan, por eso desenterramos cuerdas vocales, todas juntas cantan un himno desconocido, un más si osare el mastodonte a aplastarme le diría que no, que ya me escaldé con tanta filigrana, que la forma de este escritorio aplasta cualquier nadir. e
Todos postrados al final del día, todos dormimos sobre catres que son trampas de oso. El aburrimiento llegó a su capacidad máxima, el aburrimiento es un yelmo que se oxida en las alturas de una muralla ciclópea, es mejor mantenerse ocupado, con demasiadas sales en la escafandra, tantas que hasta desgastan cetáceos. Abre los archivos: encontrarás manías no resueltas, también un chillido de radar: es la cólera, oh, poetas, del crisantemo que florece a medias por falta de carbono. o
Los anélidos reunidos presencian el corte, la degollación del celoma. Un portaobjetos aterriza en la bandeja (cadalso diminuto, helado) para llevarse la resina que brota tras aquella mutilación. Varios ciempiés atestiguan, resignados, el espectáculo. Ninguno de ellos escribirá poesía panfletaria, ni se interesarán por los ideales gestados durante el Siglo de las Luciérnagas. Decaerán, como es su costumbre ante la autoridad invencible del microscopio: trono de flagelos, televisión cuyos protagonistas son haces de electrones que invitan a generar, espontáneamente, ciudades pobladas por exoesqueletos que adoran efigies con forma de trilobites, donde exigir el fin de la experimentación es penado con la taxidermia. d
En la infancia alguien ponía a hervir uniformes al interior de una colmena; creaba granjas de tricomas en loncheras metálicas, en la infancia no había necesidad de mascar cascajo, no como ahora, que es obligatorio: te tuerzo la tráquea, lechuza, luego, ¿qué hacemos? le pegamos a una coma dos tiros, la dejamos expandida, virando chueca hacia el párrafo, pero la información dejaría de ser útil, cabezas de cerillos sufrirían cefaleas, les incrustarían suero en la astilla, a las termitas un catéter, en las fotos familiares no podríamos reconocerlas y ya es tarde para suposiciones: decidieron operarse con un cirujano de isópteros y escribir un recuerdo es fingirlo. w
Jorge Cuesta recibe la transmisión de un satélite, y garantiza que existe un código de condición escurridiza: ni bien captado ni altisonante; sus coordenadas atmosféricas la computadora rastrea como una hoja de cálculo que diversos datos emplea el científico diletante. Tendida en códigos binarios la señal apunta, al más tenue movimiento, a una Alaska difunta con cabañas derruidas; la onda se pasma y un eco de fax percute en un cubículo sin decoración que mute, con tuberías de fibra óptica malamente construidas. Al final, logra la frecuencia clarear su significado, expresa la retorsión de un ojo de pescado, salmón robótico que en su movimiento de tuercas branquiales olvidó drenar carbono metálico, dirigirlo hacia una superficie en estado endoplásmico, y el apagón salmónido suprime bases de datos biomateriales. c
El insomnio reposa sobre un témpano de hielo, duelen las llaves inglesas que abren los párpados; los maléolos se enredan con las sábanas, una memoria finaliza y comienza otra para pernoctar al ras de una mampara, no hay otro remedio más que rasgar cafeína. Deglutir granos es mandar botes salvavidas al intestino, sus vellosidades generan estuaciones, dificultan el rescate de toda una tripulación de enterobacterias. e
cuando a ella le cayó lejía en su mano derecha, es alérgica, consulté al dermatólogo (tripofobia a los auriculares) seis veces al día frotar algo contra algo, ya no recuerdo, la edad afecta, pensé untar cebada, quién sabe, podría funcionar, pérdida de tiempo: empeoró, cisterna con pus, urgencias, luego regresar al compromiso, corregir manual sobre electrodomésticos, soy un buen acompañante y ella, aún vendada, una excelente redactora. o
La cabeza es una escafandra que podríamos desenroscar de la columna y lanzar hacia arriba, hacerla volar, liberarnos de su compleja maquinaria sensitiva que nos embosca como una cámara hiperbárica. Asumirnos acéfalos, deambular sin dirección, movidos sólo por las falanges de los pies en un espacio oscuro y desconocido, inaudible, donde nos asombramos ante nuestra incapacidad para saber lo que ocurre a nuestro alrededor. d
En la zona abismal del cubreobjetos hay heliozoos esféricos, blanquinegros, lanzan hexagramas, son bestias fulgurantes que despedazan ciliados. Los tripanosomas no lamentan su condición asexuada, vía mitosis filman películas eróticas, llenan las salas en cada estreno, los paramecios se mueven a la manera de un trirreme, mantienen batallas perpetuas con distintos calzados que, mediante estratagemas, atacan charcos, devastan sus metrópolis de lodo, pero siempre responden con ofensivas más mortales, porque los mosquitos, como aviones de combate, transportan en su saliva militares esporozoos, bombas suicidas propagantes de malaria, atentan contra la embajada celular del hígado; desde los primeros geiseres, estos guerreros protistas han forjado un imperio poderoso, tal vez el origen del lenguaje se encuentra en sus primeros nados, en su histriónica mudez: anteriores a cualquier balbuceo cavernícola, los poetas más antiguos fueron eucariotas sin memoria ni bolígrafos ni imprenta. Para Helena w
Membranosos en nuestro vitelo, solitarios, nos inyectamos vanidad celular, somos extensión que carcome, intestino de reserva, trampas escólex con alambrado bucal de púas aferradas estrujadas al templo humano, por el intestino delgado. Lleno de vidrio, alguien viene de mendigar y no está en éxtasis, probablemente en molestia vertebral, probablemente alumno, al otro día inhalar pavimento en plena glaciación, mientras nosotros, platelmintos sin empleo, contemplamos las magníficas albas desde el cisticerco. Si camináramos por pabellones desparasitados el mundo tibio como lo conocemos se desintegraría en contorsiones, y no más crawl en los adentros de este psiquiátrico estomacal. c