Hay mentes sensacionales que pueden desenvolver planicies galácticas en el movimiento de las canicas. Hay fulgurantes mentes que reconocen a su audiencia y hablan de conversiones, productos y métricas. La mía se entretiene con los clips, esos pequeños utensilios que sujetan hojitas para formar carpetas, juntar copias y compendiar versitos.
Los clips suelen acompañar el éxito: te entregan tu finiquito y viene con un clip, te entregan las lecturas para el día siguiente y vienen con un clip. A lo que voy es que mi mente no está en el éxito para desenvolver teoremas o conectar con la audiencia. Mi fantasma no podrá desempolvar ninguna estatua, por eso me entretengo con las cosas que se agrupan, aquí y allá como planicies galácticas. No. Me entretengo con los clips porque pueden ofrecer una experiencia de usuario y un prospecto de ventas. No. Me entretengo con los clips porque pueden deshacerse. Posiblemente es culpa de junio, me falta hidratarme.
Junio es un mes dedicado a la deidad Juno; protectora de los matrimonios y de esas cosas que hacen los exitosos; sin embargo, casarse durante la primera mitad de junio asegura un matrimonio ruin y condenado a la tragedia según los pontífices romanos. ¿O será que no eran pontífices porque estaríamos hablando de Roma monárquica? ¿Será que Juno tuvo también tres formas cultas para representar a cada una de las etapas históricas de Roma? Podríamos extender lo anterior, sacar una conclusión exacta: Juno, portadora de un mensaje que se revelaría en sus tres formas distintas, también conforma lapsos de diez días durante junio. Los primeros diez días son correspondientes a esa primera edad romana y asegura un matrimonio inmaduro, doliente en cada una de sus siete etapas o colinas; casarse del diez al veinte de junio sería una etapa republicana donde otras partes buscarían tomar partido de la relación amorosa; el intervalo del veinte al treinta conformaría los días más aptos para cumplir el ritual bajo el auspicio de Juno Imperial: matrimonio feliz con hijitos. Pero no. Los romanos eran unos orgiásticos y lejanos a nuestra idea de matrimonio monogámico.
Gamos es un equipo de tercera de fútbol americano, todos los que hayan pasado por sus líneas están condenados a casarse en junio y tener una vida poco imperial. Gamo es un venado y la tierra que se llama así es Mazatlán. A mí me gustaría irme a vivir frente a la playa e ir a los partidos de la liga del pacífico a ver jugar a los venados. Regresar al departamento con mi esposita, quizá después de que algún republicano me la quiso legislar, tirarnos en el balcón para sentir el denso calor mientras nos derretimos la vida, luego los besitos y el acto de romano de hacer clips con los ombligos. Pero Juno me odia, lo sé porque hace años encontré una inscripción en mi sangre donde estaban rendidas todas las cifras amorosas de Júpiter. Así que no puedo tirarme con mi esposita imaginada en los balcones del Pacífico. Cerca del 2015 tuve la idea sensacional para ser millonario. Pensé en la globalización, la ausencia de esfuerzo, la liviandad como marca de éxito. La idea era vender pinturas miniaturas, cuadros que adornaran los escritorios de los burócratas y oficinistas. Deshice un clip, imprimí el Exvoto de Ángel Zárraga: mi primer producto estaba listo, el clip funcionaba como bastidor. Lamentablemente no lo hice, me faltó estructura para mi negocio así que en estos años hago libros digitales. Casi ya no uso clips, pienso que la prudencia es una de las grandes virtudes que uno no debe alcanzar en esta vida. Pienso si algún republicano ya se casó con mi esposita; quizá yo deba apostar igual: ser republicano buscando ponerm en primer lugar. No me interesa mucho explicarle a los demás que su vida me parece mínima. Siempre encuentro publicaciones en redes sociales que parecen como mis pinturas, sujetadas por un clip en una dorsal sin importancia. Más cuando estoy plagada de escritores, editores y humanistas. Todos le toman fotos a sus libros, hablan y se acongojan cuando un autor fallece. Hace unos días estaba triste y salí a buscar libros para tomarle fotos y colgarlas en mi muro. Apareció lo verdadero y encontré a La Cubana: Fina García. Lo digo porque es difícil encontrar su nombre, su obra editada. Me costó treinta pesos y salí contento hacia el día. Sentí las manecillas de mi reloj acariciar mi oreja con esos versos cubanos, bisagras bien aceitadas detrás de la vuelta de cada página como debe ser cualquier poemario. No como los poemitas que mi generación escribe, con sus palabritas políticas y sus fotitos que cuelgan en redes sociales. Juno me mira y sé que rebasamos la edad imperial de nuestro tiempo. El plexo solar deviene, me casaré el 23 de junio con alguna republicana y podré tener una mente fantástica de esas no corren hacia la disolución. Me haré una perforación en la oreja y me pondré un clip como arete, le llamaré a eso libertad.
Junio de 2023.